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Salud Mental y Altas Capacidades

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La salud mental ha sido durante mucho tiempo una asignatura pendiente. Falsas creencias, constructos erróneos y, principalmente, el desconocimiento, contribuyeron en el pasado a que fuese un tema tabú. Hoy en día, sin embargo, podemos abordar abiertamente o naturalizar el hablar sobre nuestras emociones y sobre la importancia de conocerlas, nombrarlas y permitirnos expresarlas y vivirlas. Muchas palabras, como trastorno, síndrome, hipersensibilidad, crisis, ansiedad, desconexión, desmotivación, bloqueo y depresión, entre otras, ya forman parte de nuestro léxico diario y no nos pesa ni nos cuesta tanto buscar apoyo cuando algo no va bien en nuestra vida o en la de alguien cercano.

Desde la Asociación Altas Capacidades Pitágoras llevamos siete años trabajando con las necesidades de las personas con altas capacidades: infancia, adolescencia y sus familias. Profundizando desde un punto de vista teórico, estudiamos a grandes referentes nacionales e internacionales, que han analizado las particulares necesidades de las personas de este colectivo desde distintos ámbitos: psiquiatría, neurociencia, psicología, educación, etc.  Este estudio teórico lo contrastamos con nuestra experiencia en la práctica, ya que a través de los diferentes proyectos de enriquecimiento personal y educativo que desarrollamos para atender a esta población, estamos en contacto diario con sus experiencias, vivencias y aportaciones, algo que nos sirve de fuente de conocimiento permanente y real. 

Tras estos años de reflexión teórico-práctica basada en nuestra experiencia, podemos afirmar que las necesidades psicológicas, sociales y emocionales de cada persona son diversas y heterogéneas. Cubrirlas o satisfacerlas no depende solo de trabajar y enfocarse en su desarrollo intelectual o cognitivo, sino de atender principalmente a su bienestar integral, teniendo en cuenta su salud física, psicológica, emocional, afectiva, su entorno familiar y su integración social. Cuando estas necesidades no son atendidas pueden generarse dificultades de todo tipo y derivar en un profundo sentimiento de incomprensión y sufrimiento vital.

Venimos observando que la infancia y adolescencia de altas capacidades poseen, en mayor o menor medida, una alta sensibilidad, que puede ser sensorial, motora, emocional, imaginativa, intelectual o una combinación de todas ellas. Esta sensibilidad les supone una mayor actividad en su sistema nervioso y una percepción mucho más intensa de la realidad, algo que socialmente no está normalizado, lo cual les confiere unas características personales “diferentes” y difíciles de comprender y gestionar, tanto por ellos como por los demás. Esto, además, puede transformarse en un factor de vulnerabilidad en su salud mental, ya que la agudeza sensorial y emocional pueden ser una permanente fuente de sobrecarga y malentendidos. Por otra parte, también afecta a la empatía, que les hace vivir las emociones propias y ajenas con gran intensidad. Esta enorme capacidad empática no suele tampoco ser bien interpretada socialmente y contribuye a que se les perciba como personas débiles e ingenuas. La intensidad emocional condiciona también su forma de ver el mundo, que puede parecerles un lugar maravilloso donde disfrutar de la belleza en todos sus matices y, a la vez, un lugar hostil y extremadamente injusto. Estos planteamientos existenciales suelen llevarles a la búsqueda del sentido de la vida y la preocupación por la muerte, pudiendo aparecer a edades muy tempranas y derivar en cuadros de ansiedad, crisis existenciales, desconexión emocional, depresión… dada la disincronía entre la complejidad y profundidad de dichos pensamientos y la capacidad de gestión emocional de los mismos. 

Las hipersensibilidades y sobreexcitabilidades (psicomotora, sensitiva, imaginativa, intelectual y emocional) pueden constituir un factor de riesgo para la salud mental en la infancia y adolescencia de altas capacidades. Pese a que estas circunstancias de por sí no son determinantes ni condicionan completamente a las personas, sí resultan significativas cuando la falta de comprensión, los prejuicios y las distorsiones cognitivas, sean propias o de la sociedad, aumentan su vulnerabilidad de sufrir vivencias de tensión, ansiedad y sufrimiento. Nos encontramos con estigmatización, etiquetas, juicios, diagnósticos erróneos… en lugar de una aceptación incondicional de su alta sensibilidad y sus altas capacidades como una parte constitutiva e inseparable de su personalidad.

En muchos casos, esto puede llevar a que experimenten profundas crisis vitales en las que necesitan apoyo psicológico y pedagógico que les ayude a conocerse, a desarrollar estrategias para entender sus emociones, a analizar su anticipación al miedo y a gestionar la sobrecarga sensorial y la ansiedad derivadas. 

Además, pueden haber vivido también situaciones personales complejas como acoso escolar, maltrato institucional, o problemas familiares que agravan la sensación de indefensión y aumentan exponencialmente el riesgo. En estos casos es necesaria una ayuda terapéutica individualizada, ya sea psicopedagógica o clínica, y es importante que se realice desde un enfoque integrador, donde sean contempladas como personas de altas capacidades con sus particularidades individuales (su hipersensibilidad, profundidad cognitiva, pensamiento arborescente, tendencia al autosabotaje, síndrome del impostor, entre otros) y no como una problemática o dificultad psicológica genérica, aislada o puntual. Muchas veces, la falta de atención y de comprensión sostenidas en el tiempo pueden derivar en el fracaso escolar, en una gran desmotivación y en mecanismos de desconexión emocional frente a los que, además de la intervención grupal, un apoyo terapéutico individualizado no sólo resulta recomendable sino necesario.

En consecuencia, desde la Asociación Altas Capacidades Pitágoras, cuando detectamos la necesidad de prestar una ayuda terapéutica individualizada, nos parece fundamental que se realice desde la comprensión integral y específica del colectivo de altas capacidades y sea abordada por profesionales con formación, experiencia, sensibilidad y comprensión de sus necesidades. En muchos casos, participar en proyectos de enriquecimiento personal tanto a nivel individual como grupal les hace sentirse personas validadas, apoyadas, reconocidas y estimuladas. En nuestra Asociación, a través del Proyecto Pitágoras, trabajamos las necesidades psicológicas, sociales y emocionales partiendo de los centros de interés, y esta experiencia les aporta la seguridad y la satisfacción de pertenecer a un grupo donde se sienten personas cómodas y comprendidas.

Si algo de lo que se menciona te resuena con algún niño o adolescente que conozcas  podemos facilitar ayuda en la Asociación. Contáctanos

Puedes leer más artículos relacionados con las AACC en nuestro blog.

Para leer sobre necesidades emocionales, intensidad, emotividad y mecanismos de defensa, también puedes visitar nuestro blog y otras fuentes:

Las necesidades emocionales de los niños con altas capacidades
Annemarie Roeper

Emotividad y superdotación. Mecanismos de defensa

La mente es maravillosa · El síndrome de desconexión emocional

Soy Superdotado – Tu refugio
La emoción desbordante

Soy Superdotado – Tu refugio
Sobre la importancia de criar a nuestros verdaderos hijos y no a proyecciones de nuestras propias expectativas

Marilyn Wedge, Ph.D

Linda Silverman

Fuera de sincronía · Linda Silverman

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Linda Silverman es una psicóloga norteamericana especializada en altas capacidades. Fundadora del Instituto para el Estudio del Desarrollo Avanzado (Institute for the Study of Advanced Development) y del Centro de Desarrollo de la Superdotación (Gifted Development Center · GDC) en Colorado, Estados Unidos. Ha sido la impulsora de un enfoque diferenciado sobre educación para aprendices viso-espaciales, asesora en la elaboración de múltiples test de inteligencia y lleva estudiando la psicología y las necesidades de los superdotados desde hace 50 años por lo que es, indudablemente, un referente indiscutible en este campo.

En septiembre de 2016 participó en el Ciclo de conferencias: ‘Altamente superdotados’ en los Países Bajos. Su ponencia se titulaba Fuera de sincronía en un mundo competitivo y queremos compartir los temas y conceptos clave de su exposición porque sus palabras tienen una claridad y una lucidez tan inusuales como necesarias.

 

Fuera de sincronía en un mundo competitivo

Linda Kreger Silverman · Gifted Development Center

Conceptos clave

 

¿Eres superdotado si nadie puede verlo?

Algunos dirán que no, que solo eres superdotado cuando haces algo que otros consideren extraordinario. Cuando la superdotación se elimina del ámbito competitivo de los logros reconocidos, queda claro que es una forma de desarrollo atípico que conduce a experiencias únicas a lo largo de toda la vida.

¿Qué es exactamente la superdotación?

Este tema está sumido en la controversia y cargado de mitos. Estos son algunos de los cuestionamientos erróneos con los que los superdotados, sus padres y sus defensores deben lidiar:

¿Existe la superdotación?

¿No es que todas las personas tienen algún don?

¿Este tipo de etiquetas no les inflan a los niños el ego?

¿No son los programas para niños superdotados elitistas y antidemocráticos?

¿No pueden estos niños tan inteligentes salir adelante por sí solos?

¿No se pondrán al día los otros niños con el tiempo?

¿Desaparece con el tiempo la superdotación? ¿No muere prematuramente? (“Madura antes, se pudre antes”)

¿Las personas con dotes inusuales nacen con algún tipo de discapacidad compensatoria?

¿Existe un vínculo entre la superdotación y la locura?

¿No está obsoleta la noción de superdotación? ¿No deberíamos estar hablando en cambio de talentos en diferentes dominios o de inteligencias múltiples o de una experiencia desarrollada a través de años de esfuerzo y práctica?

Pocos temas generan reacciones tan dispares…

“Si bien es bastante cómodo reconocer que algunos individuos son menos inteligentes que nosotros, la idea de que algunos individuos sean más inteligentes que nosotros representa una amenaza emocional para los inseguros.” (Persson, 2009)

Tannenbaum (1983) revela una historia de «persistentes corrientes subterráneas de sospecha y negativismo” y un «resentimiento generalizado» hacia aquellos que son muy inteligentes.

Los superdotados se sienten muy a menudo solos en un mundo minado de malentendidos.

En los Estados Unidos, no es raro escuchar a un educador decirle a una familia con tono condescendiente: «Creemos que todos nuestros niños son superdotados.»

Si bien todos los niños son un regalo al mundo, decir que «todos los niños son superdotados», quita al término todo su significado. Sería tan absurdo como decir: «Creemos que todos nuestros niños son intelectualmente discapacitados.»

Los individuos con un desarrollo intelectual deficiente, cuya inteligencia mide 2, 3 o 4 desviaciones estándar por debajo de la norma, lidian con una determinada problemática a nivel psicológico. Lo mismo ocurre con aquellos que tienen un desarrollo más avanzado, con niveles de CI 2, 3, 4 o más desviaciones estándar por encima de la norma. Los que poseen un razonamiento abstracto significativamente más agudo que la mayoría, tienen experiencias de vida y necesidades psicológicas cualitativamente diferentes, y esto no se reduce solo al ámbito académico.

¿Un don implica una obligación? ¿Y una responsabilidad?

Muchos de los argumentos a favor de la educación y de la atención a las necesidades de los superdotados se basan en el valor potencial de este colectivo para la sociedad. Algunos investigadores holandeses llaman a esto, con mucha razón, visión utilitaria de la superdotación. Ven la educación de los superdotados como una inversión rentable en futuros y eminentes líderes.

«En el pensamiento actual acerca de la superdotación y su atención educativa, prima el valor de la utilidad mientras el valor intrínseco del don se vuelve prácticamente inexistente.” (Besjes-de Bock & de Ruyter, 2011)

Valorados por su utilidad, se espera que los superdotados produzcan y rindan proporcionalmente a la inversión que la sociedad ha hecho en ellos y que ese resultado sea ventajoso para todo el conjunto social. Se presta, en esta ecuación, muy poca atención a la vida interior; las emociones se consideran aspectos de menor importancia.

Mientras que algunos superdotados desean lograr altos grados y anhelan los elogios asociados al éxito tanto en la escuela como en la vida adulta, otros avanzan hacia sus propios objetivos, que la mayoría de las veces no se alinean con las expectativas ni con los planes de sus padres y maestros ni con lo que la sociedad esperaba de ellos.

 

¿Es la superdotación un potencial hacia la eminencia?

Un movimiento reciente en el campo de la educación para superdotados en los Estados Unidos equipara superdotación a logros reconocidos.

«El logro sobresaliente o la eminencia deberían ser los objetivos principales de la educación para superdotados.” (Subotnik, Olszewski-Kubilius & Worrell, 2011)

Ésta no es una iniciativa nueva. Howard Gardner (1983) marcó el comienzo de una gran cantidad de definiciones de superdotación orientadas al logro. En 1992, David Feldman pidió un «cambio de paradigma», que reemplazara el término «superdotado» por «talentoso» y nos instó a abolir las pruebas de coeficiente intelectual ¿Por qué? Porque las pruebas de CI no son capaces de predecir la fama.

Definir la superdotación asociándola a la eminencia es perpetuar el legado de Sir Frances Galton.

Galton inauguró el estudio de la superdotación en 1869 con la publicación de su libro: Genialidad hereditaria. Clasificó a los hombres de acuerdo con el prestigio que habían alcanzado como estadistas, comandantes, figuras literarias, hombres de ciencia, poetas, músicos y pintores. Seleccionó a hombres cuyas biografías fueran accesibles. Su plan era mostrar que la reputación era una prueba fehaciente de alta capacidad, y que esa habilidad inusual se transmitía dentro de las familias (particularmente su familia, ya que su primo era Charles Darwin).

«Por reputación se entiende la opinión de los contemporáneos, revisada por la posteridad, y el resultado favorable de un análisis crítico del carácter de un hombre por diversos biógrafos.” (Galton, 1869)

Según sugiere Galton, no es posible evaluar con precisión el impacto de una vida hasta que la persona haya muerto y otras personas escriben sobre ella (aunque la mayoría de biografías son sobre hombres). Por lo tanto, ¿deberíamos esperar a la muerte para determinar si fueron superdotados? Esta determinación póstuma de superdotación no es particularmente útil a la hora de seleccionar y atender las necesidades de los niños y nutrir su crecimiento emocional.

“La equiparación de la superdotación con la eminencia acarrea prejuicios sexistas, culturales, socioeconómicos y raciales. Ni las mujeres, ni todas las nacionalidades, ni los grupos raciales y étnicos, ni los niveles socioeconómicos y culturales están igualmente representados entre los eminentes.” (Silverman, 2013).

 No todas las culturas valoran el reconocimiento individual. La eminencia es un concepto competitivo, no un objetivo universal.

Más adelante, hace ya casi un siglo, las nociones de Galton fueron desafiadas por Leta Stetter Hollingworth, quien argumentó que la eminencia era, en gran medida, el resultado de la oportunidad, estrechamente vinculada a la posición en la sociedad y, generalmente, inaccesible para las mujeres.

“Si la oportunidad fuera, de hecho, el principal determinante de la eminencia, entonces deberíamos esperar que aquellos que pertenecen a categorías socialmente inferiores sean excluidos de ella. Esto es precisamente lo que nos encontramos, ya que los incultos, los pobres, los sirvientes y las mujeres rara vez han alcanzado la eminencia.” (Hollingworth, 1926)

“Es poco deseable buscar la causa de la brecha asociada al género en la eminencia en absurdas y oscuras diferencias afectivas e intelectuales entre hombres y mujeres cuando la causa última es el hecho más que conocido, obvio e ineludible, de que las mujeres dan a luz y crían a los niños, y que esto ha tenido como inevitable secuela su ocupación en las tareas del hogar; un campo donde, claramente, la eminencia no es posible.” (Hollingworth, 1914)

¿Cómo sería este punto de vista aplicable a los niños? No hay niños eminentes. Si alguien fuera identificado como superdotado en la infancia y no se volviera eminente, ¿significaría eso que, en primer lugar, nunca fue superdotado? La desconexión entre la superdotación en la infancia y la superdotación en la edad adulta es ilógica y no existe en ninguna otra rama de la excepcionalidad.

En lugar de preguntar qué necesitan los niños que se desarrollan de manera diferente, el énfasis ha girado hacia una pregunta totalmente diferente: «¿Qué se necesita para que tengan éxito?»

Muchos periodistas reconocidos en los Estados Unidos predican que todos los niños están igualmente dotados de inteligencia y que, por lo tanto, todos tienen las mismas oportunidades para el éxito (Gladwell, 2008). En Escandinavia, algunos investigadores afirman incluso que no existen diferencias en la capacidad. Y que todo se trata de práctica, práctica y más práctica (Ericsson, 2006).

La doctrina de que todos tenemos la misma inteligencia suena muy tentadora en sociedades ferozmente igualitarias, pero ¿Es eso cierto? ¿Somos todos iguales?

A lo largo del último siglo, se ha realizado una extensa investigación que documenta enormes diferencias en la inteligencia de la población. Ignorar esta investigación es destructivo, tanto para los niños como para los adultos superdotados.

 

Una psicología de la superdotación

La superdotación es una realidad psicológica. Se puede observar en niños muy pequeños y documentar sobre mediciones de inteligencia general. La capacidad de pensamiento abstracto, la perspicacia, la empatía, la sensibilidad, el perfeccionismo, la intensidad, la creatividad, la imaginación, el sentido del humor y una energía muy particular, son patrones típicos en los superdotados a lo largo de toda su vida y generan experiencias vitales inusualmente ricas y complejas. Estas características tan atípicas marcan la vida de los superdotados; a menudo los hacen sentir solos, extraños dentro de la sociedad, y eso los hace vulnerables.

Es evidente que una persona no «supera» la superdotación, como nadie supera una discapacidad intelectual significativa. Los problemas a los que se enfrenta este colectivo durante la infancia simplemente se transforman cuando llegan a adultos. Incluso los que alcanzan el éxito, a menudo se sienten como impostores esperando permanentemente a ser desenmascarados. En los Países Bajos, más que cualquier otro país del mundo, se reconocen las dificultades que enfrentan los superdotados adultos en su lugar de trabajo y en sus relaciones. Existen muchos profesionales que ofrecen coaching y asesoramiento para personas inteligentes, complejas, curiosas, apasionadas, sensibles, creativas, emocionalmente ricas. Maud van Thiel, Dr. Noks Nauta y su equipo han formado la Fundación para Adultos Superdotados (IHBV). Willem Kuipers ofrece XI·mension, una iniciativa para individuos con inteligencia e intensidad extra: «XI». Existen libros, artículos, sitios web, blogs y grupos de apoyo. Todo eso es bastante inusual y muy necesario para los superdotados. Solo unos pocos en los Estados Unidos tienen ese nivel de conciencia, y no hay organismos excepto el Institute for the Study of Advanced Development, realizando publicaciones sobre el tema. Hacen falta muchos más artículos desde el conocimiento y la perspectiva de quienes trabajan con adultos superdotados.

La superdotación no discrimina razas, ni género. Se encuentra en iguales proporciones en hombres y mujeres y está presente en todas las culturas; se distribuye, además, de manera homogénea entre todos los niveles socioeconómicos y culturales. Existen muchísimos más niños superdotados en el mundo que viven en la pobreza que en la riqueza (Zigler y Farber, 1985). Y esto ocurre, sencillamente, porque hay muchísimos más niños pobres que ricos en el mundo y la superdotación no entiende de estadísticas ni de fronteras sociopolíticas.

La superdotación tiene asociadas unas necesidades especiales y requiere de una atención significativamente diferente de la norma; requiere de una identificación temprana, de intervención y adaptaciones para asegurar un desarrollo saludable e integral. En contraposición con las creencias populares, los superdotados no consiguen las cosas por sí mismos y sin ayuda. La mayoría se esconde y tiene un rendimiento muy por debajo de su capacidad. Algunos no soportan el dolor, el desfasaje, el aislamiento, la sensación de incomprensión; pueden sufrir ansiedad, depresión y cometer suicidio. Otros se reprimen, se esconden, se empequeñecen, solo para sostener la ficción de que todos somos iguales.

El eje de nuestro trabajo debe ser el de intentar establecer la superdotación como una rama dentro de la psicología. Cualquier otra excepcionalidad ha sido aceptada por la psicología, pero estos niños siguen estando en la sombra. La educación para superdotados (al menos en los Estados Unidos) se centra solo en el éxito que tienen en la escuela. No aborda su vida interior. El único aspecto psicológico que es tenido en cuenta, y solo en parte, es la motivación.

La mayoría de educadores y familias quieren que los niños con los que trabajan y con los que conviven se esfuercen por conseguir la excelencia. Pero la superdotación no es una competición ni debería serlo. Cuando premiamos a un niño superdotado por sus logros, el premio puede comprometer la pura y genuina alegría que siente al hacer lo que hace. Las recompensas externas socavan su motivación intrínseca. Queremos que a los niños superdotados les encante aprender y que ese entusiasmo les dure toda la vida; queremos que se esfuercen por dar lo mejor de sí mismos, pero por ellos mismos y no para complacer a nadie, y queremos, por supuesto, que utilicen sus habilidades para ayudar a los otros. Pero ante todo, queremos que sepan que son apreciados por lo que son; no por los premios o por el reconocimiento que hayan obtenido. Debemos ir más allá del reconocimiento externo, más allá de la excelencia, para ver, apoyar y nutrir realmente y en profundidad a nuestros niños y jóvenes.

Rosemary Cathcart, Doctora en Filosofía y especializada en educación para superdotados y liderazgo ético, escribió un su ensayo titulado “Más allá de la excelencia»:

“Las personas superdotadas van mucho más allá de la excelencia. Son impulsadas ​​por una visión interior de lo que buscan hacer o conseguir. Establecen sus propios criterios para el cumplimiento de esa visión. Pueden sentir desesperación y experimentar el fracaso muchas veces en su viaje hacia el objetivo. Lo que se esfuerzan por hacer puede no ser fácilmente comprendido por quienes les rodean, ni en ese contexto, ni en ese momento. Sin embargo, lo que finalmente consiguen establece nuevos parámetros para el conocimiento y para nuestra percepción y comprensión de nosotros mismos y del mundo.»

Si la excelencia o la eminencia son nuestro objetivo, debemos reconocer los múltiples caminos que un individuo puede tomar para lograr sus objetivos y honrar su singularidad.

Apreciar y fomentar la individualidad de todos los niños con los que trabajamos o convivimos es la mejor manera de ayudarlos a alcanzar la excelencia. Debemos apoyar su intensidad, su sensibilidad, su pasión, su curiosidad, su autonomía, su complejidad.

Los niños superdotados están conectados de manera muy diferente a los demás. Estos valores atípicos nos muestran el rango de las capacidades humanas en toda su magnitud e iluminan las enormes posibilidades del desarrollo humano. Nadie duda de la existencia y de las necesidades especiales que tienen las personas con discapacidad intelectual. Los niños intelectualmente más capaces son simplemente la otra cara de esa misma moneda.

Es hora de sacar a la superdotación del armario, de reconocerla y apoyarla, para permitir a los superdotados que se sientan seguros, completos, cómodos y comprendidos dentro de nuestra sociedad, sin tener que hacer un esfuerzo por adaptarse o amoldarse, sino siendo exactamente quienes son.

 

Más artículos sobre altas capacidades en nuestro blog.

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Fotografía © Matthew A. Rome

automotivación

La clave del éxito está en la automotivación

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Traducción del artículo original sobre automotivación de Joanna Haase y Sharon Duncan publicado en Marzo de 2017.

Destination Success: Raising a Self-Actualized Adult not a Straight “A” Student

Gracias Soy Supedotado · Tu refugio por darnos a conocer el artículo a través de sus RRSS.

El destino es el éxito: Criar a un adulto auto-realizado y no a un estudiante ejemplar

Algunos niños con altas capacidades simplemente no están interesados en lo académico. Como padres, puede ser muy frustrante observar a nuestros hijos, hipotéticamente capaces de alcanzar la excelencia en cualquier ámbito que eligieran, estar absolutamente carentes de motivación para afrontar la más mínima tarea. Aunque hay múltiples razones por las cuales un estudiante con altas capacidades podría no prosperar en el entorno académico, en algunos casos, aún con todas las adaptaciones del mundo (reuniones eternas con los tutores, 504 planificaciones diferentes, sobornos e incluso amenazas…) no se tiene éxito en la tarea. Frustrados y confundidos, tanto los padres como los educadores invierten muchas veces tantísimo tiempo y energía intentando encontrar la solución a los problemas en la escuela que pierden el norte hacia el verdadero objetivo que ha de ser ayudar a los niños a que se transformen en adultos competentes.

Desafortunadamente, intentando forzar el éxito en la escuela podemos dejar a nuestros niños muy poco preparados para la vida adulta y poner en riesgo su salud mental haciéndolos más proclives al abuso de sustancias y al aislamiento social. Si bien casi todo el mundo podría nombrar a un estudiante superdotado que dejó la escuela secundaria y consiguió más tarde grandes logros, muy poco tiempo se invierte en entender realmente cómo esos individuos fueron guiados y llegaron a convertirse en adultos emocionalmente sanos y profesionalmente realizados. Entonces ¿cómo hacen los padres de esos niños brillantes, potencialmente capaces de todo, pero aparentemente desmotivados, para ayudar a sus hijos a encontrar el equilibrio entre sus pasiones y la practicidad del mundo real, a aprender la resiliencia necesaria para trabajar en tareas que no quieren llevar a cabo, a desarrollar un sentido sano de identidad a pesar del disgusto que les produce o del mediocre desempeño que tengan en el colegio?

El primer paso es reconocer que no es un problema del niño, sino un problema derivado del constructo social. Los padres necesitan dar un paso atrás, tomar perspectiva, repensar y gestionar sus propias expectativas, miedos y sus propias experiencias pasadas para la consecución de metas y logros o la falta de ellas y la incapacidad para alcanzarlos. Cuando un niño llega a este mundo con un sistema de valores interno muy fuerte, sostenido por sus propias experiencias y no por consecuencias externas como elogios o castigos, necesitamos reconocerlo y asumir que ese niño refleja y posee una resiliencia innata que confundimos con resistencia. En vez de intentar moldear a este niño para que se ajuste a la norma, necesitamos respetarlo, nutrirlo y ayudarle a refinar ese extraño don que posee. Estos son los niños a los que no se puede sobornar, que hacen las cosas porque son lo correcto, lo que se debe hacer según su escala de valores interna, y no porque es lo esperado o lo exigido. Son niños que aprenden porque eligen, porque desean aprender, y no buscando la aprobación de nadie. Son los niños que pueden cambiar el mundo, precisamente porque no se someten ante criterios externos.

Una vez que los padres aceptan que el camino de su hijo puede ser diferente al establecido, necesitan aprender a acompañarlo y ayudarlo para que consiga equilibrar su fabulosa naturaleza independiente con el hecho irrefutable de que vive en el mundo real. No se puede esperar que las escuelas y los empleos se adapten a todas las idiosincrasias. Los padres se enfrentan a la difícil tarea de convencer a sus hijos de que hay muchas cosas a tener en cuenta más allá de su propia e irrefrenable autodeterminación. Una manera interesante de iniciar este diálogo es asistiendo al niño en la tarea de delinear lo costos y beneficios de sus decisiones y de las implicaciones de sus actos. Ayudarlos a trazar un mapa y un camino real hacia sus propios objetivos es una manera bastante efectiva de hacerlo. Un ejemplo de esto ocurrió con un niño que estaba siendo expulsado de un grupo de matemáticas avanzadas porque se negaba a entregar las tareas, aún cuando le resultaban fáciles. Su colegio tenía el típico sistema rígido de seguimiento y control de los estudiantes casi marcado a fuego. Si no se mantenía dentro del carril establecido, exigido y esperado se quedaría fuera de otras oportunidades que serían importantes para que él consiguiera sus objetivos a futuro. Esto al niño no le importaba lo más mínimo. Veía la educación superior demasiado lejos y sus colegas mayores le habían advertido que el profesor de matemáticas de cursos más avanzados era aún peor que el actual. Sin embargo, cuando se dio cuenta de que, si no seguía por el camino trazado, se quedaría fuera de la competición anual de matemáticas del distrito, todo cambió. Los adultos, los padres, los profesores, no daban mayor importancia a la competición. El niño sí. Una vez que descubrió un objetivo deseado y real, no hubo ningún problema en poner en marcha las tareas previas necesarias para su consecución; entre ellas entregar las tareas de matemáticas. El éxito llegó cuando el niño descubrió por si mismo cómo sus acciones presentes impactarían en sus logros futuros. No se trataba de encontrar el camino correcto entre los cursos de matemáticas de la escuela, o de cómo influiría eso en sus posibilidades de elección académica posterior, sino de descubrir un objetivo que fuera relevante y significativo para él, y en que llegara a entender qué es lo que tenía que hacer para conseguirlo. Mientras este ejemplo ilustra cómo el niño lleva a cabo una tarea no deseada en cuanto la visualiza como un paso necesario para la consecución de un objetivo personal, importante y sí deseado, muy frecuentemente ese conveniente y necesario prerrequisito no existe. En esos casos, si no podemos encontrar un objetivo que al niño le importe conseguir, los padres deben permitir que ocurran las consecuencias naturales de sus actos. No servirá de nada amenazarlos, intentar encauzarlos, castigarlos ni sobornarlos. Simplemente deben dejar que las cosas ocurran, y permitirles así afrontar las consecuencias en el mundo real de sus decisiones, por muy duras que parezcan. Debemos ser conscientes de que, algunos niños, mientras no ven el punto por sí mismos, pueden responder positivamente si llegan a comprender por qué algo es importante, ya sea desde un punto de vista ético o moral, o porque afecta de alguna manera a una persona que para ellos es importante.

Es fundamental que estos niños aprendan a apropiarse y navegar su naturaleza independiente. Pero también es cierto que como padres necesitamos muchas veces protegerlos de influencias externas que podrían dañar su naturaleza de una manera poco saludable. Protegerlos de expectativas dañinas y tóxicas no es lo mismo que sobreprotegerlos, aunque esto no parezca estar tan claro para el resto del mundo. Una vez más, los padres deben ser muy valientes para enfrentarse y desmontar los métodos tradicionales de crianza cuando se trata de su hijo con altas capacidades. Un ejemplo de esto es la experiencia de una niña profundamente superdotada que estaba teniendo serias dificultades para afrontar las presiones que se imponía para cumplir con las exigencias y los altos estándares académicos. Comprendiendo sus necesidades, sus padres decidieron desescolarizarla y poner a su alcance múltiples oportunidades y actividades que mantuvieran un elevado nivel de reto académico, social, físico, emocional y adaptado a sus intereses individuales. Una vez que ella sintió que podía aprender a su ritmo, sin la presión de tener que alcanzar un rendimiento impuesto desde fuera, su malestar y su rebeldía desaparecieron. Dos años más tarde, estaba terminando el bachillerato por su propio camino.

¿Qué fue lo que había cambiado? La niña pasó de ser un fracaso intentando hacer lo que le exigían, a tener éxito siendo ella misma.

Los estudiantes que desperdician su energía intentando complacer o buscando la aprobación o el premio, se sienten a menudo agotados, quemados, vacíos, insatisfechos. Por el contrario, los estudiantes que se dirigen a objetivos propios, motivados por sus deseos internos, se ajusten o no a las expectativas del sistema educativo, es mucho más probable que se conviertan en adultos automotivados y realizados. Lo que debemos hacer es honrarlos; proteger lo que son en toda su individualidad. A través de la aceptación, el amor, la lógica y un poco de sentido común, podemos ayudar a estos inusuales y maravillosos niños a conseguir autonomía entendiendo las implicaciones que sus acciones tienen en sus propias vidas. Debemos recordar que, aunque parezca no importarles la opinión ajena o la aprobación de los demás, o si obtienen o no buenas calificaciones, eso no significa que no les importe nada en absoluto. Al conseguir capitalizar ese fuerte sentido del yo que poseen, podremos enfocar nuestra energía en nutrirlos y en guiarlos, y no ya en intentar cambiarlos o encauzarlos.

La madre de una de estas niñas increíblemente independientes, profundamente dotada y con un sentido extremo de autodeterminación, contó que, en una de sus primeras conversaciones con la profesora de su hija, ya en los primeros años de educación infantil, la tutora respiró hondo y le dijo: “Su hija tiene todas las aptitudes necesarias para ser una adulta fabulosa, exitosa e independiente, pero primero tendremos que encontrar la manera de convencerla de que termine la escuela.”

Traducción del artículo original de Joanna Haase y Sharon Duncan publicado en Marzo de 2017.

Destination Success: Raising a Self-Actualized Adult not a Straight “A” Student

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