Linda Silverman es una psicóloga norteamericana especializada en altas capacidades. Fundadora del Instituto para el Estudio del Desarrollo Avanzado (Institute for the Study of Advanced Development) y del Centro de Desarrollo de la Superdotación (Gifted Development Center · GDC) en Colorado, Estados Unidos. Ha sido la impulsora de un enfoque diferenciado sobre educación para aprendices viso-espaciales, asesora en la elaboración de múltiples test de inteligencia y lleva estudiando la psicología y las necesidades de los superdotados desde hace 50 años por lo que es, indudablemente, un referente indiscutible en este campo.
En septiembre de 2016 participó en el Ciclo de conferencias: ‘Altamente superdotados’ en los Países Bajos. Su ponencia se titulaba Fuera de sincronía en un mundo competitivo y queremos compartir los temas y conceptos clave de su exposición porque sus palabras tienen una claridad y una lucidez tan inusuales como necesarias.
Fuera de sincronía en un mundo competitivo
Linda Kreger Silverman · Gifted Development Center
Conceptos clave
¿Eres superdotado si nadie puede verlo?
Algunos dirán que no, que solo eres superdotado cuando haces algo que otros consideren extraordinario. Cuando la superdotación se elimina del ámbito competitivo de los logros reconocidos, queda claro que es una forma de desarrollo atípico que conduce a experiencias únicas a lo largo de toda la vida.
¿Qué es exactamente la superdotación?
Este tema está sumido en la controversia y cargado de mitos. Estos son algunos de los cuestionamientos erróneos con los que los superdotados, sus padres y sus defensores deben lidiar:
¿Existe la superdotación?
¿No es que todas las personas tienen algún don?
¿Este tipo de etiquetas no les inflan a los niños el ego?
¿No son los programas para niños superdotados elitistas y antidemocráticos?
¿No pueden estos niños tan inteligentes salir adelante por sí solos?
¿No se pondrán al día los otros niños con el tiempo?
¿Desaparece con el tiempo la superdotación? ¿No muere prematuramente? (“Madura antes, se pudre antes”)
¿Las personas con dotes inusuales nacen con algún tipo de discapacidad compensatoria?
¿Existe un vínculo entre la superdotación y la locura?
¿No está obsoleta la noción de superdotación? ¿No deberíamos estar hablando en cambio de talentos en diferentes dominios o de inteligencias múltiples o de una experiencia desarrollada a través de años de esfuerzo y práctica?
Pocos temas generan reacciones tan dispares…
“Si bien es bastante cómodo reconocer que algunos individuos son menos inteligentes que nosotros, la idea de que algunos individuos sean más inteligentes que nosotros representa una amenaza emocional para los inseguros.” (Persson, 2009)
Tannenbaum (1983) revela una historia de «persistentes corrientes subterráneas de sospecha y negativismo” y un «resentimiento generalizado» hacia aquellos que son muy inteligentes.
Los superdotados se sienten muy a menudo solos en un mundo minado de malentendidos.
En los Estados Unidos, no es raro escuchar a un educador decirle a una familia con tono condescendiente: «Creemos que todos nuestros niños son superdotados.»
Si bien todos los niños son un regalo al mundo, decir que «todos los niños son superdotados», quita al término todo su significado. Sería tan absurdo como decir: «Creemos que todos nuestros niños son intelectualmente discapacitados.»
Los individuos con un desarrollo intelectual deficiente, cuya inteligencia mide 2, 3 o 4 desviaciones estándar por debajo de la norma, lidian con una determinada problemática a nivel psicológico. Lo mismo ocurre con aquellos que tienen un desarrollo más avanzado, con niveles de CI 2, 3, 4 o más desviaciones estándar por encima de la norma. Los que poseen un razonamiento abstracto significativamente más agudo que la mayoría, tienen experiencias de vida y necesidades psicológicas cualitativamente diferentes, y esto no se reduce solo al ámbito académico.
¿Un don implica una obligación? ¿Y una responsabilidad?
Muchos de los argumentos a favor de la educación y de la atención a las necesidades de los superdotados se basan en el valor potencial de este colectivo para la sociedad. Algunos investigadores holandeses llaman a esto, con mucha razón, visión utilitaria de la superdotación. Ven la educación de los superdotados como una inversión rentable en futuros y eminentes líderes.
«En el pensamiento actual acerca de la superdotación y su atención educativa, prima el valor de la utilidad mientras el valor intrínseco del don se vuelve prácticamente inexistente.” (Besjes-de Bock & de Ruyter, 2011)
Valorados por su utilidad, se espera que los superdotados produzcan y rindan proporcionalmente a la inversión que la sociedad ha hecho en ellos y que ese resultado sea ventajoso para todo el conjunto social. Se presta, en esta ecuación, muy poca atención a la vida interior; las emociones se consideran aspectos de menor importancia.
Mientras que algunos superdotados desean lograr altos grados y anhelan los elogios asociados al éxito tanto en la escuela como en la vida adulta, otros avanzan hacia sus propios objetivos, que la mayoría de las veces no se alinean con las expectativas ni con los planes de sus padres y maestros ni con lo que la sociedad esperaba de ellos.
¿Es la superdotación un potencial hacia la eminencia?
Un movimiento reciente en el campo de la educación para superdotados en los Estados Unidos equipara superdotación a logros reconocidos.
«El logro sobresaliente o la eminencia deberían ser los objetivos principales de la educación para superdotados.” (Subotnik, Olszewski-Kubilius & Worrell, 2011)
Ésta no es una iniciativa nueva. Howard Gardner (1983) marcó el comienzo de una gran cantidad de definiciones de superdotación orientadas al logro. En 1992, David Feldman pidió un «cambio de paradigma», que reemplazara el término «superdotado» por «talentoso» y nos instó a abolir las pruebas de coeficiente intelectual ¿Por qué? Porque las pruebas de CI no son capaces de predecir la fama.
Definir la superdotación asociándola a la eminencia es perpetuar el legado de Sir Frances Galton.
Galton inauguró el estudio de la superdotación en 1869 con la publicación de su libro: Genialidad hereditaria. Clasificó a los hombres de acuerdo con el prestigio que habían alcanzado como estadistas, comandantes, figuras literarias, hombres de ciencia, poetas, músicos y pintores. Seleccionó a hombres cuyas biografías fueran accesibles. Su plan era mostrar que la reputación era una prueba fehaciente de alta capacidad, y que esa habilidad inusual se transmitía dentro de las familias (particularmente su familia, ya que su primo era Charles Darwin).
«Por reputación se entiende la opinión de los contemporáneos, revisada por la posteridad, y el resultado favorable de un análisis crítico del carácter de un hombre por diversos biógrafos.” (Galton, 1869)
Según sugiere Galton, no es posible evaluar con precisión el impacto de una vida hasta que la persona haya muerto y otras personas escriben sobre ella (aunque la mayoría de biografías son sobre hombres). Por lo tanto, ¿deberíamos esperar a la muerte para determinar si fueron superdotados? Esta determinación póstuma de superdotación no es particularmente útil a la hora de seleccionar y atender las necesidades de los niños y nutrir su crecimiento emocional.
“La equiparación de la superdotación con la eminencia acarrea prejuicios sexistas, culturales, socioeconómicos y raciales. Ni las mujeres, ni todas las nacionalidades, ni los grupos raciales y étnicos, ni los niveles socioeconómicos y culturales están igualmente representados entre los eminentes.” (Silverman, 2013).
No todas las culturas valoran el reconocimiento individual. La eminencia es un concepto competitivo, no un objetivo universal.
Más adelante, hace ya casi un siglo, las nociones de Galton fueron desafiadas por Leta Stetter Hollingworth, quien argumentó que la eminencia era, en gran medida, el resultado de la oportunidad, estrechamente vinculada a la posición en la sociedad y, generalmente, inaccesible para las mujeres.
“Si la oportunidad fuera, de hecho, el principal determinante de la eminencia, entonces deberíamos esperar que aquellos que pertenecen a categorías socialmente inferiores sean excluidos de ella. Esto es precisamente lo que nos encontramos, ya que los incultos, los pobres, los sirvientes y las mujeres rara vez han alcanzado la eminencia.” (Hollingworth, 1926)
“Es poco deseable buscar la causa de la brecha asociada al género en la eminencia en absurdas y oscuras diferencias afectivas e intelectuales entre hombres y mujeres cuando la causa última es el hecho más que conocido, obvio e ineludible, de que las mujeres dan a luz y crían a los niños, y que esto ha tenido como inevitable secuela su ocupación en las tareas del hogar; un campo donde, claramente, la eminencia no es posible.” (Hollingworth, 1914)
¿Cómo sería este punto de vista aplicable a los niños? No hay niños eminentes. Si alguien fuera identificado como superdotado en la infancia y no se volviera eminente, ¿significaría eso que, en primer lugar, nunca fue superdotado? La desconexión entre la superdotación en la infancia y la superdotación en la edad adulta es ilógica y no existe en ninguna otra rama de la excepcionalidad.
En lugar de preguntar qué necesitan los niños que se desarrollan de manera diferente, el énfasis ha girado hacia una pregunta totalmente diferente: «¿Qué se necesita para que tengan éxito?»
Muchos periodistas reconocidos en los Estados Unidos predican que todos los niños están igualmente dotados de inteligencia y que, por lo tanto, todos tienen las mismas oportunidades para el éxito (Gladwell, 2008). En Escandinavia, algunos investigadores afirman incluso que no existen diferencias en la capacidad. Y que todo se trata de práctica, práctica y más práctica (Ericsson, 2006).
La doctrina de que todos tenemos la misma inteligencia suena muy tentadora en sociedades ferozmente igualitarias, pero ¿Es eso cierto? ¿Somos todos iguales?
A lo largo del último siglo, se ha realizado una extensa investigación que documenta enormes diferencias en la inteligencia de la población. Ignorar esta investigación es destructivo, tanto para los niños como para los adultos superdotados.
Una psicología de la superdotación
La superdotación es una realidad psicológica. Se puede observar en niños muy pequeños y documentar sobre mediciones de inteligencia general. La capacidad de pensamiento abstracto, la perspicacia, la empatía, la sensibilidad, el perfeccionismo, la intensidad, la creatividad, la imaginación, el sentido del humor y una energía muy particular, son patrones típicos en los superdotados a lo largo de toda su vida y generan experiencias vitales inusualmente ricas y complejas. Estas características tan atípicas marcan la vida de los superdotados; a menudo los hacen sentir solos, extraños dentro de la sociedad, y eso los hace vulnerables.
Es evidente que una persona no «supera» la superdotación, como nadie supera una discapacidad intelectual significativa. Los problemas a los que se enfrenta este colectivo durante la infancia simplemente se transforman cuando llegan a adultos. Incluso los que alcanzan el éxito, a menudo se sienten como impostores esperando permanentemente a ser desenmascarados. En los Países Bajos, más que cualquier otro país del mundo, se reconocen las dificultades que enfrentan los superdotados adultos en su lugar de trabajo y en sus relaciones. Existen muchos profesionales que ofrecen coaching y asesoramiento para personas inteligentes, complejas, curiosas, apasionadas, sensibles, creativas, emocionalmente ricas. Maud van Thiel, Dr. Noks Nauta y su equipo han formado la Fundación para Adultos Superdotados (IHBV). Willem Kuipers ofrece XI·mension, una iniciativa para individuos con inteligencia e intensidad extra: «XI». Existen libros, artículos, sitios web, blogs y grupos de apoyo. Todo eso es bastante inusual y muy necesario para los superdotados. Solo unos pocos en los Estados Unidos tienen ese nivel de conciencia, y no hay organismos excepto el Institute for the Study of Advanced Development, realizando publicaciones sobre el tema. Hacen falta muchos más artículos desde el conocimiento y la perspectiva de quienes trabajan con adultos superdotados.
La superdotación no discrimina razas, ni género. Se encuentra en iguales proporciones en hombres y mujeres y está presente en todas las culturas; se distribuye, además, de manera homogénea entre todos los niveles socioeconómicos y culturales. Existen muchísimos más niños superdotados en el mundo que viven en la pobreza que en la riqueza (Zigler y Farber, 1985). Y esto ocurre, sencillamente, porque hay muchísimos más niños pobres que ricos en el mundo y la superdotación no entiende de estadísticas ni de fronteras sociopolíticas.
La superdotación tiene asociadas unas necesidades especiales y requiere de una atención significativamente diferente de la norma; requiere de una identificación temprana, de intervención y adaptaciones para asegurar un desarrollo saludable e integral. En contraposición con las creencias populares, los superdotados no consiguen las cosas por sí mismos y sin ayuda. La mayoría se esconde y tiene un rendimiento muy por debajo de su capacidad. Algunos no soportan el dolor, el desfasaje, el aislamiento, la sensación de incomprensión; pueden sufrir ansiedad, depresión y cometer suicidio. Otros se reprimen, se esconden, se empequeñecen, solo para sostener la ficción de que todos somos iguales.
El eje de nuestro trabajo debe ser el de intentar establecer la superdotación como una rama dentro de la psicología. Cualquier otra excepcionalidad ha sido aceptada por la psicología, pero estos niños siguen estando en la sombra. La educación para superdotados (al menos en los Estados Unidos) se centra solo en el éxito que tienen en la escuela. No aborda su vida interior. El único aspecto psicológico que es tenido en cuenta, y solo en parte, es la motivación.
La mayoría de educadores y familias quieren que los niños con los que trabajan y con los que conviven se esfuercen por conseguir la excelencia. Pero la superdotación no es una competición ni debería serlo. Cuando premiamos a un niño superdotado por sus logros, el premio puede comprometer la pura y genuina alegría que siente al hacer lo que hace. Las recompensas externas socavan su motivación intrínseca. Queremos que a los niños superdotados les encante aprender y que ese entusiasmo les dure toda la vida; queremos que se esfuercen por dar lo mejor de sí mismos, pero por ellos mismos y no para complacer a nadie, y queremos, por supuesto, que utilicen sus habilidades para ayudar a los otros. Pero ante todo, queremos que sepan que son apreciados por lo que son; no por los premios o por el reconocimiento que hayan obtenido. Debemos ir más allá del reconocimiento externo, más allá de la excelencia, para ver, apoyar y nutrir realmente y en profundidad a nuestros niños y jóvenes.
Rosemary Cathcart, Doctora en Filosofía y especializada en educación para superdotados y liderazgo ético, escribió un su ensayo titulado “Más allá de la excelencia»:
“Las personas superdotadas van mucho más allá de la excelencia. Son impulsadas por una visión interior de lo que buscan hacer o conseguir. Establecen sus propios criterios para el cumplimiento de esa visión. Pueden sentir desesperación y experimentar el fracaso muchas veces en su viaje hacia el objetivo. Lo que se esfuerzan por hacer puede no ser fácilmente comprendido por quienes les rodean, ni en ese contexto, ni en ese momento. Sin embargo, lo que finalmente consiguen establece nuevos parámetros para el conocimiento y para nuestra percepción y comprensión de nosotros mismos y del mundo.»
Si la excelencia o la eminencia son nuestro objetivo, debemos reconocer los múltiples caminos que un individuo puede tomar para lograr sus objetivos y honrar su singularidad.
Apreciar y fomentar la individualidad de todos los niños con los que trabajamos o convivimos es la mejor manera de ayudarlos a alcanzar la excelencia. Debemos apoyar su intensidad, su sensibilidad, su pasión, su curiosidad, su autonomía, su complejidad.
Los niños superdotados están conectados de manera muy diferente a los demás. Estos valores atípicos nos muestran el rango de las capacidades humanas en toda su magnitud e iluminan las enormes posibilidades del desarrollo humano. Nadie duda de la existencia y de las necesidades especiales que tienen las personas con discapacidad intelectual. Los niños intelectualmente más capaces son simplemente la otra cara de esa misma moneda.
Es hora de sacar a la superdotación del armario, de reconocerla y apoyarla, para permitir a los superdotados que se sientan seguros, completos, cómodos y comprendidos dentro de nuestra sociedad, sin tener que hacer un esfuerzo por adaptarse o amoldarse, sino siendo exactamente quienes son.
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Fotografía © Matthew A. Rome
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