
La salud mental ha sido durante mucho tiempo una asignatura pendiente. Falsas creencias, constructos erróneos y, principalmente, el desconocimiento, contribuyeron en el pasado a que fuese un tema tabú. Hoy en día, sin embargo, podemos abordar abiertamente o naturalizar el hablar sobre nuestras emociones y sobre la importancia de conocerlas, nombrarlas y permitirnos expresarlas y vivirlas. Muchas palabras, como trastorno, síndrome, hipersensibilidad, crisis, ansiedad, desconexión, desmotivación, bloqueo y depresión, entre otras, ya forman parte de nuestro léxico diario y no nos pesa ni nos cuesta tanto buscar apoyo cuando algo no va bien en nuestra vida o en la de alguien cercano.
Desde la Asociación Altas Capacidades Pitágoras llevamos siete años trabajando con las necesidades de las personas con altas capacidades: infancia, adolescencia y sus familias. Profundizando desde un punto de vista teórico, estudiamos a grandes referentes nacionales e internacionales, que han analizado las particulares necesidades de las personas de este colectivo desde distintos ámbitos: psiquiatría, neurociencia, psicología, educación, etc. Este estudio teórico lo contrastamos con nuestra experiencia en la práctica, ya que a través de los diferentes proyectos de enriquecimiento personal y educativo que desarrollamos para atender a esta población, estamos en contacto diario con sus experiencias, vivencias y aportaciones, algo que nos sirve de fuente de conocimiento permanente y real.
Tras estos años de reflexión teórico-práctica basada en nuestra experiencia, podemos afirmar que las necesidades psicológicas, sociales y emocionales de cada persona son diversas y heterogéneas. Cubrirlas o satisfacerlas no depende solo de trabajar y enfocarse en su desarrollo intelectual o cognitivo, sino de atender principalmente a su bienestar integral, teniendo en cuenta su salud física, psicológica, emocional, afectiva, su entorno familiar y su integración social. Cuando estas necesidades no son atendidas pueden generarse dificultades de todo tipo y derivar en un profundo sentimiento de incomprensión y sufrimiento vital.
Venimos observando que la infancia y adolescencia de altas capacidades poseen, en mayor o menor medida, una alta sensibilidad, que puede ser sensorial, motora, emocional, imaginativa, intelectual o una combinación de todas ellas. Esta sensibilidad les supone una mayor actividad en su sistema nervioso y una percepción mucho más intensa de la realidad, algo que socialmente no está normalizado, lo cual les confiere unas características personales “diferentes” y difíciles de comprender y gestionar, tanto por ellos como por los demás. Esto, además, puede transformarse en un factor de vulnerabilidad en su salud mental, ya que la agudeza sensorial y emocional pueden ser una permanente fuente de sobrecarga y malentendidos. Por otra parte, también afecta a la empatía, que les hace vivir las emociones propias y ajenas con gran intensidad. Esta enorme capacidad empática no suele tampoco ser bien interpretada socialmente y contribuye a que se les perciba como personas débiles e ingenuas. La intensidad emocional condiciona también su forma de ver el mundo, que puede parecerles un lugar maravilloso donde disfrutar de la belleza en todos sus matices y, a la vez, un lugar hostil y extremadamente injusto. Estos planteamientos existenciales suelen llevarles a la búsqueda del sentido de la vida y la preocupación por la muerte, pudiendo aparecer a edades muy tempranas y derivar en cuadros de ansiedad, crisis existenciales, desconexión emocional, depresión… dada la disincronía entre la complejidad y profundidad de dichos pensamientos y la capacidad de gestión emocional de los mismos.
Las hipersensibilidades y sobreexcitabilidades (psicomotora, sensitiva, imaginativa, intelectual y emocional) pueden constituir un factor de riesgo para la salud mental en la infancia y adolescencia de altas capacidades. Pese a que estas circunstancias de por sí no son determinantes ni condicionan completamente a las personas, sí resultan significativas cuando la falta de comprensión, los prejuicios y las distorsiones cognitivas, sean propias o de la sociedad, aumentan su vulnerabilidad de sufrir vivencias de tensión, ansiedad y sufrimiento. Nos encontramos con estigmatización, etiquetas, juicios, diagnósticos erróneos… en lugar de una aceptación incondicional de su alta sensibilidad y sus altas capacidades como una parte constitutiva e inseparable de su personalidad.
En muchos casos, esto puede llevar a que experimenten profundas crisis vitales en las que necesitan apoyo psicológico y pedagógico que les ayude a conocerse, a desarrollar estrategias para entender sus emociones, a analizar su anticipación al miedo y a gestionar la sobrecarga sensorial y la ansiedad derivadas.
Además, pueden haber vivido también situaciones personales complejas como acoso escolar, maltrato institucional, o problemas familiares que agravan la sensación de indefensión y aumentan exponencialmente el riesgo. En estos casos es necesaria una ayuda terapéutica individualizada, ya sea psicopedagógica o clínica, y es importante que se realice desde un enfoque integrador, donde sean contempladas como personas de altas capacidades con sus particularidades individuales (su hipersensibilidad, profundidad cognitiva, pensamiento arborescente, tendencia al autosabotaje, síndrome del impostor, entre otros) y no como una problemática o dificultad psicológica genérica, aislada o puntual. Muchas veces, la falta de atención y de comprensión sostenidas en el tiempo pueden derivar en el fracaso escolar, en una gran desmotivación y en mecanismos de desconexión emocional frente a los que, además de la intervención grupal, un apoyo terapéutico individualizado no sólo resulta recomendable sino necesario.
En consecuencia, desde la Asociación Altas Capacidades Pitágoras, cuando detectamos la necesidad de prestar una ayuda terapéutica individualizada, nos parece fundamental que se realice desde la comprensión integral y específica del colectivo de altas capacidades y sea abordada por profesionales con formación, experiencia, sensibilidad y comprensión de sus necesidades. En muchos casos, participar en proyectos de enriquecimiento personal tanto a nivel individual como grupal les hace sentirse personas validadas, apoyadas, reconocidas y estimuladas. En nuestra Asociación, a través del Proyecto Pitágoras, trabajamos las necesidades psicológicas, sociales y emocionales partiendo de los centros de interés, y esta experiencia les aporta la seguridad y la satisfacción de pertenecer a un grupo donde se sienten personas cómodas y comprendidas.
Si algo de lo que se menciona te resuena con algún niño o adolescente que conozcas podemos facilitar ayuda en la Asociación. Contáctanos
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Annemarie Roeper
Emotividad y superdotación. Mecanismos de defensa
La mente es maravillosa · El síndrome de desconexión emocional
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